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El Museo Etnográfico de Cantabria (Muriedas) destaca como pieza del mes un “sello de pan” te contamos su historia …

El Museo Etnográfico de Cantabria (Muriedas) destaca como pieza del mes un “sello de pan” te contamos su historia …

El Museo Etnográfico de Cantabria que está situado en Muriedas tiene la buena costumbre de realizar cada mes un pequeño homenaje a uno de los objetos que alberga con el fin de contar la historia que esconde. Y en este Noviembre quiere realizar su pequeño homenaje a todo el mundo de la elaboración del pan con un “sello de pan” un objeto que se encuentra en estas instalaciones desde 1968 elaborado con madera y cuerno, tallado y torneado con una altura de 9 cm y un diámetro máximo de 7 cm.

Tradicionalmente también se llamaron enyaladors , bigarradors, crecedores, pintasomarcadores, abarcaban y abarcan, pues aún hoy se siguen utilizando (por ejemplo, en lascoques bonesy losretorts catalanes), un amplio abanico de formas y materiales. En su estructura, se distinguen tres partes: el mango, la base y la impronta, o el sello propiamente dicho. Su ejecución material está relacionada con el trabajo de los carpinteros y, en ciertas ocasiones, con el de los pastores; en este sentido, los sellos de pan constituyen una expresión representativa de la artesanía popular.   

El ejemplo que presenta el Museo Etnográfico como pieza del mes consta de un asidero de madera corto y ancho, macizo y torneado con estrechas incisiones radiales, un disco de cuerno y un soporte circular como base, también de madera. El disco muestra una composición que tiende alhorror vacuia partir de varios motivos rehundidos, en sentido inverso (positivados una vez marcado el pan) y tallados, probablemente, a punta de navaja: una inscripción, "VIVA JESÚS, MARÍA Y JOSÉ", un cáliz con tres estrellas y un corazón a cada lado, las iniciales "V A", en referencia al propietario, y sendas espigas de trigo ornamentan el conjunto. Podemos concluir, de esta suerte, que más allá del ámbito estricto de la alimentación, el pan también ha ocupado un lugar especial en cuanto a su función como soporte para la representación de connotaciones

El “sello de pan”: su historia

La sociedad rural de Cantabria ha estado articulada, fundamentalmente, en torno a la agricultura y la ganadería, esta última de forma intensiva a partir del siglo XX. Sin embargo, las condiciones físicas no han sido las más propicias para el desarrollo de los cultivos tradicionales panificables (el trigo, la cebada, el centeno, la avena, el mijo y el panizo); sólo gracias a la importación de ciertas especies americanas como el maíz, la agricultura regional alcanzó un éxito económico notable.

Dentro de esta precaria economía de subsistencia, cabría señalar la importancia que tuvo el pan, especialmente el de maíz o borona, que constituyó, hasta mediados del siglo XX, el alimento básico de la dieta campesina montañesa, excepto en las comarcas meridionales y otros enclaves de la región, donde se mantuvo el consumo de pan de trigo y de centeno. Introducido en Cantabria a finales del siglo XVI, el maíz adquirió gran trascendencia un siglo después, gracias a su fácil adaptación a la tierra y a su gran rendimiento. La borona se conseguía amasando agua y sal en una artesa o masera que, una vez moldeada, se colocaba sobre una plancha colgada del jarrial, cubierta con un talo de metal; encima de todo ello, iban cenizas y brasas, para favorecer la cocción.

Como ya se ha señalado, junto al pan de maíz o borona se consumía también, aunque en menor medida y en función de las zonas, el pan de trigo; la apertura del llamado Camino de las Harinas, en la segunda mitad del siglo XVIII, no haría si no facilitar su elaboración gracias a la comunicación de la meseta castellana con el puerto de Santander.

Cuatro son los ingredientes históricos del pan de trigo: la harina, el agua, la levadura y la sal. Su preparación era, al igual que en el caso de la borona, una actividad más de la vida doméstica y una tarea femenina. Se realizaba una vez a la semana o cada quince días; sin embargo, en este proceso de panificación, era indispensable la utilización de un horno. Dado que, tiempo atrás, no todos los hogares disponían de uno propio, la preparación debía ser llevada a hornos comunitarios para su cocción; la confluencia en los hornos comunales de panes de distintas familias planteó la necesidad de diferenciar las piezas: surgió, así, el hábito de marcar su superficie.

Dentro del grupo de señales que identificaban a la persona que había realizado las piezas, se encuentran los cortes (con cualquier elemento punzante y cuya primera finalidad era facilitar la subida de la masa durante la cocción) y los sellos de pan. 

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Modificado por última vez enMartes, 03 Noviembre 2015 21:36
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